la noche hunde sus mejillas
en lechos blandos que
hablan con bocas
dormidas.
Una luna que no se destruye
-abierta y llena-
golpea mis manos,
y un sueño me mira
desde el aire
caliente de agosto
arraigado en
septiembre,
con pupilas que se duelen
como leones de
fuego.
‘Duermes ahora conmigo,
con tu sangre oscilando debajo de mis arterias ’
Pero en ese tiempo tan
absurdo
de relojes con
mirillas,
nacen flores, y la Tierra no parece cansada.
¿De dónde viene la lluvia, cuando no cae del cielo?
Apago el interruptor
de la realidad.
Es raro.
(No hay oscuridad).